miércoles, 15 de febrero de 2012

... y punto

Todavía recuerdo con muchísima claridad cuando regresaba del colegio por las tardes. Cuando a las seis menos cuarto de la tarde empezaba a oscurecer y hacía muchísimo frío. Entraba en la cocina a calentarme y a merendar al lado de la lumbre. Mi madre me tenía preparado un ladrillo caliente que sacaba del horno lo envolvía en papeles de periódico y me lo ponía a los pies. (Más tarde me he enterado que lo que conocía como lumbre era la cocina económica, bilbaina o cocina de carbón) Yo me esquilaba al fogón de la cocina y mientras merendaba veía por la ventana como mi abuelo sacaba en un cubo de plástico el abono de las vacas. Llevaba las catiuscas de goma negra, las de caña corta, recuerdo el ruido de las botas con el contacto del suelo. Clap, clap, clap...
Dentro de la cocina se estaba muy a gusto, me encantaba cuando estaba tendida la ropa para que se secara encima de la lumbre. Era como jugar a los indios, todo colgado del techo... Del calor que hacía tenía que desempañar la ventana con la mano para poder ver regresar a mi abuelo de la pila del abono.
Mi madre me reñía, tenía que bajarme de allí que entraba mucho frío por el marco de la ventana. Bajé y mi abuela tenía preparada una alfombra lila que me había regalado para que pudiera jugar con el tente en la cocina y así no arrastrarme por las baldosas frías del suelo.
Allí estaban las dos, sentadas en las banquetas al lado de la lumbre. No me acuerdo de que hablaban  pero da igual, podía ser de la leche, de los vecinos, de lo que iban a hacer para comer el domingo... pero no se miraban. Cada una estaba muy concentrada en que no se les escaparan, una en azul y otra en beis.
Las dos haciendo punto. De vez en cuando, me hacían levantarme y me ponían la lana tejida en la barriga y medían. Todavía queda, decían.
No me acuerdo como fue, pero yo también acabé con unas agujas y lana. Las agujas me hacían cosquillas y eran ingobernables, ¡a buela no se le movían! Pero poco a poco hice un trozo, se lo enseñé. Mi madre me dijo que ya hacía calados y mi abuela me explicó que se me habían escapado puntos. Otras veces empezaba con doce y acababa con veinte, tenía miedo de que se volvieran a escapar...

2 comentarios:

  1. Relato cojonudo, y que recuerdos de infancia Uhmmm. Si es que algún lado te tenia que salir.
    Por un momento pense que ibas a nombrar, las fantanticas meriendas de: Pan, leche y colacao todo cocido en la lumbre...... Uhmmmmm

    Saluditos

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